La idea del trabajo es reflexionar sobre la democracia Argentina con un breve repaso de los peridos democráticos ordenados deacuerdo a su ejercicio desde la visión de ensayo y sobre el apoyo de diversos autores.
Este es el capítulo final del trabajo y conclusión del mismo.
Por: Matías Picallo
De
la coyuntura al macro (El votante
inoculado) - Conclusión
Las
recientes elecciones y sus consecuentes resultados presentan al Ingeniero Mauricio Macri como máxima autoridad de
la República Argentina respaldado por el 51,34% de los votos en segunda vuelta,
asumiendo por medio de otra alianza. Cambiemos
escapa a toda tradición política proponiendo la no-política como forma de existencia.
Llega al público en clave de
comunicación publicitaria exclusivamente y utilizando la despersonalización y
la falta de contenido como virtud. La sustitución de términos como el de
vecinos en lugar de ciudadanos habla claramente de la visión que poseen de su
electorado: “Aunque el ascenso de las masas indica que la vida media se mueve a
un nivel superior a los de sus precedentes, las masas sin embargo revelan ‘un
absurdo estado de ánimo: solo están preocupados por su bienestar y, al mismo
tiempo, no se sienten solidarias con la causa de este bienestar’” (Ortega y Gasset, J. 1930: 51).
Es en este lugar donde la llamada por diversos autores “política de la
audiencia” o “videopolítica” comienza a tener existencia tangible. Para una
gran porción de los argentinos la política es tan sucia como lejana y solo
participa de ella como espectador voluntario u ocasional, para Manin (1996) lo
que él denomina como “democracia de la audiencia” se caracteriza por la
emergencia de un nuevo protagonista de la discusión pública, el elector
flotante, y por un nuevo foro: los medios de comunicación, […] este creciente
electorado se caracteriza por tener menos determinaciones estructurales a la
hora del sufragio, mayor importancia de las coyunturas políticas específicas
(el día a día) y la personalización de las campañas electorales parecen ser las consecuencias políticas más
claras de la reducción del papel del
estado, de los medios de comunicación masivos y de la mayor heterogeneidad
social. “Los electores del mundo – señala Lipset (1995) – se han vuelto mucho más volátiles,
menos leales hacia partidos individuales y más propensos al cambio”.
En
conclusión, y respondiendo a los interrogantes planteados en el primer párrafo:
el ejercicio de la democracia en la Argentina se vé cada vez más deteriorado en
cuanto a la práctica activa de la misma. Si bien es cierto que desde hace más
de 30 años nuestro país sufraga con total naturalidad, el soberano cambia de proyectos
por coyuntura y debate personas más que proyectos minimizando su participación
a la queja diaria, el voto bronca,
llamadas anónimas a programas de radio, furibundos o favorables comentarios en
las redes sociales y, en el mejor de los casos, esporádicas manifestaciones
públicas en masa con consignas difusas y rápidamente pueden cambiar de opinión
en función de su percepción inoculada mediante los medios masivos de
comunicación; “Cada miembro del público de masas es personal y directamente
‘atacado’ por el mensaje” (Wright, 1975: 79).
Aunque
durante la etapa contemporánea de la política los medios de comunicación
estuvieron presentes en la formación y promoción de candidatos hoy, estos
medios, pasan a ser el centro de la arena
política, de gestación, pensamiento y debate político. Los partidos, por tanto,
deben adecuarse a esas necesidades “[…] Resulta interesante notar como algunas
de las nuevas características de los partidos políticos presentan grandes
semejanzas con los partidos del siglo pasado que correspondían al modelo
político “liberal”. Hablar de partidos esencialmente preocupados por las
elecciones, que presentan cierta vaguedad ideológica, con estructuras
organizativas escasamente desarrolladas, es hablar en tanto de los partidos del
siglo XIX como muchos partidos de la actualidad” (Pinto 2003: 66).