“¿La experiencia de los ’90?. Arrancó con
papel
picado y terminó con luto y crespón negro”
Muchas
veces, en charla con amigos, hemos repetido aquella broma característica entre
nosotros, quienes nacimos a mediados de la década de los setenta: “No era linda
época para andar naciendo”. Claramente esa broma entre sínica y angustiosa nos
remonta a la peor dictadura que nuestro país haya vivido; la dictadura cívico eclesiástico militar como punto
de partida, que no es meramente una efeméride sino un verdadero punto de
partida en un camino sinuoso dentro de nuestras vidas y de nuestra formación
educativa.
Ya
en 1982 la guerra de Malvinas hacía peligrar nuestra permanencia en las aulas
del jardín de infantes con nombre inglés, los colegios privados con ese tipo de
nombres eran blanco predilecto de amenazas, por lo que comenzaría mi peregrinar
en la educación pública. Mediados de los ochenta siguen las amenazas de bomba
ya en democracia y por otros motivos, seguimos abandonando aulas. Finales de
los ochenta un nuevo mundo: El secundario, salen radicales, entran peronistas y
es ahí cuando finalmente explota la bomba tan prometida en años anteriores, no
de la manera en la que amenazaban antes, explota la bomba neoliberal. Privatizaciones, empobrecimiento del estado y
frivolización de la comunicación a la sociedad son solo algunos de los factores
que generarían una suerte de anomia que se vería luego reflejada en una
insistente consigna “¿y para que?” “este es el país del sálvese quien pueda”.
La falta de trabajo de los padres, la violencia creciente en situaciones de
robo, instituciones educativas devastadas parecían desmoralizar a los jóvenes
que solo repetían la frase “¿y para qué?” y digo repetían porque en realidad
eran los comunicadores quienes permanentemente repetían el fastidio de quienes
“siendo ingenieros manejan un taxi” tanto explícita como implícitamente. En el
diario La Nación del 14 de Enero de 1999, suplemento de deportes puede
encontrarse la nota:
“Un ingeniero que no maneja taxis”,
La publicación, si bien habla de un exitoso ingeniero automotriz argentino que
triunfa en el exterior, el título de la nota da cuenta de la intención de
imponer un determinado ánimo, de generar un desanimo social, repitiendo
consignas que debían grabarse, en especial en los jóvenes.
Según
Mora y Araujo; La sociedad
argentina, a través de su historia, ha tendido a buscar liderazgos fuertes,
dominantes y, a menudo, “carismáticos” pero, tan pronto se cansa de dichos
líderes pasa a demandarlos totalmente opuestos..
El triunfo del candidato peronista Carlos
Saúl Menem en Mayo de 1989 representó la esperanza de revertir la debacle
económica del anterior mandatario, Raúl
Ricardo Alfonsín. Atrás habían quedado la primavera democrática o el juicio
a las juntas, la sociedad reclamaba cambios más urgentes, bajo las reiteradas
consignas “salariazo” y “revolución productiva” y una combinación de orden y
promesa “Síganme, no los voy a defraudar” el pueblo siguió pero fue defraudado,
se instala nuevamente el neoliberalismo.
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| Roberto Dromy - Ex-Secretario de Obras y Serv. Públicos |
“Nada
de lo que deba ser estatal permanecerá en manos del estado” de esta fallida manera
el entonces ministro de Obras y Servicios Públicos Roberto Dromy daba comienzo a la nefasta época de privatizaciones,
desastre del que la educación no quedaría afuera. El 10 de enero de 1992, se
aprueba el Presupuesto que incluía las nuevas pautas que impone la aplicación
de la ley de convertibilidad. El Estado debe reducir los gastos y recaudar más
para cubrir las necesidades fiscales. […] El Estado reduce gastos disminuyendo
las partidas presupuestarias para los gastos de salud y educación, lo cual crea innumerables inconvenientes en estas áreas.
Dos
años antes de esta fecha, en 1990, la educación argentina había alcanzado un
record histórico: Comparado con la promoción de 1985, la cantidad de alumnos
graduados en las universidades nacionales fue ostensiblemente mayor con el
19,41% de alumnos graduados sobre el 15,9% de ese año y con una cantidad
inferior de ingresantes; 172.400 contra los 194.223 de 1985. En
adelante estos números se irían degradando llegando a superar levemente los
porcentajes de una década atrás pero con un número muy superior de ingresantes,
esto da clara cuenta de un elevado índice de deserción, la educación post secundaria no puede contener a los
estudiantes en su núcleo.
Desde
los años ’90, pero con mayor fuerza en la última década, las universidades se
“acercaron” a los estudiantes. [..] pero con mayor impulso en el último lustro
[...]. Comenzaron a levantarse una serie de puertas hacia la universidad
pública que, pese a ser libre y gratuita, seguía manteniendo una fuerte
resistencia a su democratización. De esta manera Sabastiàn Hadida desde su texto “La revolución de las universidades del conurbano”
nos plantea un panorama que no habíamos explorado hasta ahora; La existencia de
nuevas bocas de expendio de conocimiento
que si bien en estos últimos años ha tenido una gran expansión ya dos décadas
antes comenzaba su crecimiento. ¿Alcanzaría esto?, es decir: ¿A mayor cantidad
de universidades mayor número de profesionales?, ¿Es esta una ecuación
directa?. Si bien en 1985 la cantidad de alumnos egresados de los colegios
secundarios en condiciones de ingresar a la universidad era de 524.590 contra
los 766.847 de 1995 y el ingreso era aún superior los resultados finales fueron
de un escaso 0.9% superior. Aún con la incorporación de estas nuevas
universidades populares en el conurbano la cantidad de profesionales no creció
en la medida que se podría esperar, las marcas de de deserción aumentan cada
año y esa es una demostración cabal de que la educación es una decisión
política.
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| El plan de convertibilidad |
En
1991, en el contexto de la instalación de una nueva estrategia de acumulación
que implicó el Plan de convertibilidad,
y las transformaciones estructurales que el mismo promovió, la estructura
social se polarizó y heterogeneizó. Se dio entonces una retracción del volumen
de clase media y obrera estable, y una disminución de sus componentes
asalariados, justamente con un crecimiento de la clase marginal, no asalariado
(Torrado, 2004). En
el título del trabajo antes citado “La
democratización del acceso a la universidad: De la ampliación de oportunidades
a la inclusión” encontramos
parte de la clave: la ampliación de oportunidades no necesariamente conlleva a
la inclusión. Si bien contamos con nuevas universidades la inclusión interna y
externa de las universidades es fundamental para la creación de estudiantes. En un panorama desolador como los creados
en esta década (los ’90) es tierra árida para la siembra del conocimiento.
Es
evidente que mientras los gobiernos populares pugnan por la ampliación del
conocimiento, de la inclusión de todos los sectores y, en especial, de los más
necesitados esta lucha se ve atacada por los gobiernos de facto o democráticos
propugnados por los sectores dominantes (no mayoritarios), ligados muchas veces
a intereses extranjeros. El pueblo pierde sus derechos, entre ellos el de la
educación.
Este
caso, el de los ’90, es solamente una muestra, contemporánea, que podemos ver y
analizar pero, a lo largo de la historia de la educación en nuestro país
pasaron cosas similares; por un lado los sectores en ascenso peleando por sus
derechos y por el otro los sectores tradicionales, conservadores ligados a los
poderes y a la iglesia.
La reforma universitaria de 1918 constituyo, sin dudas, un
quiebre en la historia universitaria en nuestro país, un grito de rebeldía.
Recordemos que quienes encarnaron esta gesta no fueron, precisamente, los
sectores acomodados de esa institución sino la chusma inmigrante que había podido acceder a la universidad de prestado. El manifiesto liminar es mucho más que la mera rebeldía contra la
mediocridad del statu quo de una
universidad anclada en el pasado, es una cosmovisión de país, de América, del
mundo respecto de nosotros, es una bandera que no nos pueden obligar (o
“convencer”) a bajar, aún hoy casi 100 años después y que, por diversas
razones, muchas veces entregamos.
En
1955, luego de la Revolución libertadora,
la Universidad Obrera fundada por el
Gral. Juan Domingo Perón pasó a ser
denominada Universidad tecnológica
(UTN) cambiando notablemente su fisonomía. 1976 marcó las proscripciones, el
silenciamiento de docentes, la modificación de currículas ¿y los 90?... Los
vivimos, los vestigios de la fiesta para pocos aún siguieron siendo visibles
aún en la primera década del nuevo milenio.
Ya
no podemos pensar al enemigo (porque todo aquel que atenta contra nuestros
derechos es nuestro enemigo) como se lo pensara en 1918. Nada de lo hecho
durante la década de los 90 podría haberse llevado adelante sin herramientas de convencimiento que
obligan solicitando, que oprimen con una sonrisa, que “nos golpean por nuestro
bien”, que saben lo que “la gente dice en la calle”.
Desde muy lejos se oía el canto
embrujador de las Sirenas. En ese momento, Orfeo, músico de Tracia, con su
melodiosa lira y su carismática voz, se puso a cantar de tan bello modo, que
ninguno de los Argonautas se animó a corresponder a la llamada de las Sirenas.
Hoy
está en nosotros no escuchar los cantos de sirena y no naufragar nuevamente.
Title :
Los 90. Década y educación
Description : “¿La experiencia de los ’90?. Arrancó con papel picado y terminó con luto y crespón negro” Indio Solari [1] ...
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